jueves, 18 de octubre de 2012


La pizarra mágica 

 Iba un niño caminando por un bosque, cuando sobre un árbol encontró una gran pizarra, con una caja de tizas. El niño tomó una de las tizas y comenzó a dibujar: primero un árbol, luego un conejo, luego una flor. Mágicamente, en cuanto terminaba cada figura, ésta cobraba vida saliendo de la pizarra, así que en un momento aquel lugar se convirtió en un estupendo bosque verde, lleno de animales que jugaban divertidos. Emocionado, el niño dibujó también a sus padres y hermanos disfrutando de un día de campo, dibujó también los papeles y las botellas abandonadas en el suelo. Pero cuando los desperdicios cobraron vida, sucedió algo terrible: alrededor de cada papel y cada botella, el bosque iba enfermando y volviéndose de color gris, y el color gris comenzó a extenderse rápidamente a todo: al césped, a las flores, a los animales. El niño se dio cuenta de que todo aquello lo provocaban los desperdicios, así que corrió por el bosque con el borrador en la mano para borrarlos. Tuvo suerte, y como fue rápido y no dejó ni un sólo desperdicio, el bosque y sus animales pudieron recuperarse y jugaron juntos y divertidos el resto del día. El niño no volvió a ver nunca más aquella pizarra, pero ahora, cada vez que va al campo con su familia, se acuerda de su aventura y es el primero en recoger todos los desperdicios, y en recordar a todos que cualquier cosa que dejen abandonada ocasionará un gran daño para todos los animales.







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